Amazon, Google y Apple, opacamente lustrosas.

“Las compañías multinacionales siguen siendo una parte importante del problema de la corrupción en el mundo. Les ha llegado el momento de coliderar las soluciones. Para eso tienen que mejorar de forma dramática”. La opinión la expresa Cobus de Swardt, director general de Transparencia Internacional, TI, la organización global contra la corrupción.

 

Ese es el corolario que se deriva del último informe de esta coalición, orientado a empresas del sector privado y en el que se analizan las garantías legales de la gestión de 105 multinacionales -poseedoras de un patrimonio de unos 11.000 millones de dólares y cobertura en más de 200 países-,  a partir de su transparencia corporativa, es decir, en cuanto a la información facilitada sobre la estructura organizativa, las políticas anticorrupción y los detalles de sus inversiones o negocios en cada uno de los países donde operan. De ese centenar y pico de empresas, un 65% no superan las exigencias del test.

 

De las 11 empresas tecnológicas que aparecen en el estudio, tan solo la alemana SAP y la aeronáutica United Technologies Corporation (UTC) aprueban. Por su parte, las omnipresentes Google y Apple, junto con Amazon, que se sitúa a la cabeza, resultan la terna tecnológica del lado oscuro, con mayores índices de opacidad. Otros pesos pesados del sector, tales como Microsoft, IBM, Intel o Hewlett Packard, podríamos decir que tampoco ventilan mucho las habitaciones.

 

La transparencia de los escaparates.  Amazon, Google y Apple, opacamente lustrosas.

 

Mirando el cielo que se cae estos últimos años, Transparencia Internacional ha calibrado su lupa sobre las entidades financieras, donde sólo un tercio, 8 de las 24 analizadas, aprueban. Este sector, el de mayor representación en el informe, obtiene una nota media del 4,2 sobre 10. Aunque aprobar no significa ser todo lo honrado que se debería, pero diríamos que a priori ayuda, las españolas Telefónica y el Banco Santander se sitúan entre ese 45% de empresas menos sucias. Pero uno ha de tener siempre presente que si la marea sube, la mierda también flota. En España, por andar por casa, la marea era virtualmente tan alta que el perfil inclinado de la Torre Kío, Puerta de Europa y sede de Bankia, parece ahora el corazón abstracto del Titánic.

 

Los polos del informe, el ying y el yang de ese cordón sanitario que es la transparencia corporativa, se encarnan en la petrolera noruega Statoil, que obtiene un notable 8,3, frente al Banco de China, que obtiene –como solíamos decir– el ministerial 1,1 de rigor, una forma frágil y conmiserativa de escapar del bochornoso eco del 0.

 

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