El Secreto Turbio del Sector. Hic et nunc. El Aleph contaminante.

En un momento de los albores de Facebook, su cofundador, Eduardo Saverin, recién aterrizado en Nueva York, anula el magro crédito de la cuenta que sostenía la empresa y que había servido para que Zuckerberg, y un par más de los desarrolladores de la Red Social,  se trasladaran a Palo Alto, California, donde el primero había ido a visitarlos. Zuckerberg flirteaba con el creador de Napster (Sean Parker) para atraer inversores a su idea; Saverin, director financiero nominal de Facebook, sentía que su trabajo, quizás esforzado pero ineficaz, era ninguneado.

Anulado el crédito desde Nueva York por un lado, y cerrada paralelamente una financiación de medio millón de dólares en California, Mark llama a Saverin y, antes de contarle el bombazo del acuerdo económico y decirle que ya está todo en marcha, le echa una pequeña bronca por lo que había hecho al poner en peligro la viabilidad del proyecto, alegando en un momento de su monólogo al teléfono que si se cayeran los servidores [falta de inversión], sería un duro golpe para la reputación de Facebook, que se sustentaba precisamente en esa amplia [e instantánea] “cobertura”.

Así suceden las cosas en la película de David Fincher. Esa ecuación entre la reputación de la empresa y la inmediatez ininterrumpida exigida por los usuarios, por nosotros, se apunta, en las líneas de un artículo que habla sobre la contaminación de Internet, como una de las causas centrales del consumo ineficaz de energía por parte de los Centros de Datos:

«El consumo ineficaz de energía obedece en gran medida a una relación simbiótica entre los usuarios que exigen una respuesta inmediata al clic de un ratón y las empresas que ponen en peligro su negocio si no satisfacen esas expectativas».

 

centro de datos Google

 

Es evidente que la cultura del vísteme despacio que tengo prisa brilla por su ausencia, y, en cambio, el aquí te pillo aquí te mato ilumina las sienes tecnológicas de la conducta. La necesidad subsanada a la velocidad de la luz, aquí y ahora. En realidad, hay algo de estúpido en ir contra la comodidad –ligada normalmente [y en ocasiones de forma tendenciosa] a la evolución y el progreso [un, dos, tres, Avances]–, como de esclavo educado en el sacrificio; quizás el triunfo del confort y la comodidad estriba en su oposición aparente al concepto cristiano de sacrificio y valle de lágrimas, como la epidural anula las contracciones bíblicas. Pero pudiera ser que esa estupidez no sea tanta cuando la comodidad no parece decida o pensada, sino abiertamente consumida, explotada a cualquier precio, es decir, que esa comodidad, su idea, su constitución, no surge de la reflexión y la convicción personal, sino de la instrumentación de esa comodidad como mercancía: ¿Te gusta conducir?

 
mapa mundial conexiones
 

A muchos deslumbra el Aleph, desde luego: todo ahí siempre; y si el futuro es un desierto lunar, no por ello dejará de haber sabiduría en la evolución. Aunque los números no se hacen responsables de las cifras, ni de los datos las letras, los expertos estiman que los almacenes digitales del mundo consumen 30.000 millones de vatios [al año], más o menos lo mismo que 30 Centrales Nucleares, según puede leerse en el artículo de James Glanz. No está mal leer cosas así, desvelarse un rato, adentrarse policíacamente en el Secreto Turbio del Sector; aunque sólo sea por la higiene de la inteligencia cuando el futuro llame al estrado y se nos acuse de negligencia supina, rendidos como estamos incondicionalmente al “porsiacaso siempre” del consumo, previsores del despilfarro, desde los Centros de Datos hasta la liberalización de los horarios comerciales:

«A petición de The New York Times, la asesoría McKinsey&Company analizó el consumo energético de los centros de datos y descubrió que, por término medio, solo utilizan entre un 6% y un 12% de la electricidad que alimenta sus servidores para realizar cálculos. El resto se destina a mantener los servidores parados en caso de un incremento de la actividad. “Este es un secreto turbio del sector, y nadie quiere ser el primero en entonar el mea culpa”, señala un directivo. “Si perteneciésemos a la industria manufacturera, tendríamos que cerrar al instante”, añade».

 

http://youtu.be/cV6RrqtnTmQ

 

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