Algo de coltán y Phone Story (app)

 

La ciencia comparte con la poesía la capacidad de ver con nuevos ojos. Lo que hasta hace un momento no era más que una curiosidad mineralógica intrascendente, deviene de pronto en materia prima del fuselaje posmoderno. Como si de un superhéroe se tratase, las propiedades que atesora el coltán: superconductividad, ultrarrefractación, función de capacitador, o fuerte resistencia a la corrosión, han hecho de él una de las niñas de los ojos de la electrónica. Su poderosa naturaleza para la idiosincrasia de la Era del Silicio lo convierte en un material privilegiado incluso para el uso extraterrestre, Estación Espacial Internacional y más allá.

Algo de coltán y Phone Story (app)

 

La luminosidad de su importancia en el desarrollo tecnológico y su potencial miniaturización, desde los implantes médicos a los smartphones –sin olvidar las ominosas armas inteligentes–, se desvirtúa veladamente en el rostro desfigurado de una República Democrática del Congo picada de esclavitud infantil y deforestaciones, gorilas de montaña desplazados y elefantes muertos entre el oro azul de la tierra y el oro blanco de los paquidermos. Mineral en zona de conflicto, como los cinematográficos diamantes de sangre, la morosa comunidad internacional impone sanciones o pergeña medidas de trazabilidad y certificación mientras mineros artesanales se exponen a la radioactividad del Uranio, el Torio y el Radio, susceptibles de aparecer formando fases minerales exóticas asociadas al coltán, o integradas en la propia estructura cristalina de los minerales que, contraídos, lo conforman: columbita y tantalita (col-tan).  Ética y moral devastadas en la carrocería del confort sin preguntas, sin-ónimo-de-lucro, igual que alimañas moribundas en el curso del río junto a las minas. Colas de 6 horas en los últimos lanzamientos del primer mundo.

 

Benjamin Poynter, del que hablé recientemente a razón de un fantástico “videojuego reflexivo/contestatario” llamado In a permanent Save State, me ha llevado a otro lugar parecido, a saber: Phone Story, un rudimentario y vindicativo videojuego en el que se hace referencia al “ciclo vital” de los teléfonos, desde la extracción mineral de sus componentes hasta su “reciclaje”.

El juego trata de poner en el imaginario de los usuarios la deshumanización (falta de ética) que supone ese círculo vicioso de la obsolescencia y el desarrollo de los móviles, articulado en 4 fases: en la primera, transformados en militares armados deberemos asegurarnos del trabajo ininterrumpido de unos niños en las minas; la segunda fase, sarcasmo crítico a los suicidios de Foxconn (tema central del espiritual y pulido In a permanent Save State), nos convierte en “camilleros” que, como si de un circo se tratara, tratan de amortiguar el salto al vació de los trabajadores; la tercera pantalla arremete contra la filosofía zombi del mercado de consumo, en la cual, transmutados en “vendedor” a las puertas de lo que ridiculiza una Apple Store, deberemos lanzarle móviles a las hordas de clientes que se acercan; la fase 4, finalmente, nos ubica en una planta de tratamiento de residuos donde el despiece de la tecnología alimenta las hogueras y las forjas de los miserables.

 

Phone Story, como el juego de Poynter, fue vetado de la App Store de Apple. La consigna de la firma desarrolladora del juego (Molleindrustria) reza: juegos radicales contra la cultura del entretenimiento. [Y la contradicción del Toshiba donde anoto –y leo– todo esto]. |||Fuentes primarias: aquí, aquí, aquí y aquí.

 

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