NeuroQwerty: big data, biomedicina y teclados

El abc de algo es su fundamento. Su lógica latente. No en vano se dice abecedario, o alfabeto, por el orden de las primeras letras de la serie (a-b-c-d; α-ß). Y Qwerty replica esa semántica para cifrar en su secuencia el orden que proyecta. Qwerty sería sinónimo de teclado, un neologismo que concentra, básicamente, la idea de escritura mecánica y su mutado abecedario. Desde la histórica máquina de escribir, y dada la incidencia de la informática y la tecnología electrónica en la vida humana desde hace varias décadas, esa palabra, Qwerty –tomada de las primeras letras del teclado desde el margen superior izquierdo y siguiendo el sentido de la escritura occidental–, hace referencia a una dinámica humana que puede ser ahora un ojo clínico. Y policial. House y Sherlock Holmes eran observadores casi infalibles, analistas de datos portentosos, pero humanos. Y no existen. El big data sí.

[NeuroQWERTY, el poder de los dedos en las teclas:]

¿Y si te dijeran que a partir de la forma de teclear se pueden descubrir usurpaciones de identidad, diagnosticar enfermedades neurodegenerativas o llegar incluso a detectar el Parkinson antes de que sea tarde? El gesto es breve y mecánico, sí, pero pulsar las teclas alberga una serie de patrones que pueden definir a la persona, y dar cuenta de alteraciones psicomotoras. La forma en que usamos el teclado se ha convertido, merced al análisis de datos computerizado, en una huella biométrica relevante.

Los elementos que conforman esta huella van desde la velocidad de tecleo y recurrencia de errores, hasta la fuerza de golpeo o lo rápido que liberamos las teclas. Más allá de la destreza mecanográfica de cada uno –rollo hacker fast&furious o analfabeto digital í-n-d-i-c-e-a-í-n-d-i-c-e–, la acción de pulsar las teclas revela información más profunda sobre el cerebro y los procesos neurológicos.

Representación de las variables de movimiento al pulsar una tecla.  GIANCARDO ET AL.

Según indican algunos estudios, de los 100 milisegundos que dura el proceso de teclear una letra, solo un 25% del tiempo se invierte en el impacto y la compresión de la yema del dedo sobre la misma, mientras que las tres cuartas partes del tiempo se utilizan en la liberación de la propia tecla. Quizás sea fugaz el acto, pero cada pulsación estimula la corteza motora primaria, el área motora suplementaria, los ganglios basales y el cerebelo. Pasados por el tamiz del big data estos parámetros, se reconocen patrones únicos y, potencialmente, modificaciones o desviaciones de los mismos, que podrían revelar patologías neurológicas y psicomotrices.

La gráfica muestra el patrón de escritura de tres sujetos durante el día (izquierda) y tras levantarlos en mitad de la noche (derecha). Cada píxel es una pulsación del teclado. GIANCARDO ET AL.

De momento se han ido recabando datos interesantes sobre monitorizaciones de tecleo en personas sanas sometidas a ciertas perturbaciones (ver gráfica superior), como se recoge en el estudio publicado en 2015 en Scientific Reports. Posteriormente se ha analizado a personas con párkinson para tratar de valorar la eficacia de los medicamentos prescritos. El objetivo final sería detectar precozmente esta patología, así como ayudar en los diagnósticos de enfermedades neurodegenerativas, el alzhéimer o la artritis reumatoide.

[Team neuroQWERTY – Luca Giancardo, MIT linQ]

El estudio ha sido desarrollado por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) en colaboración con instituciones y empresas madrileñas bajo el consorcio M+Visión. Cualquiera puede colaborar ofreciendo su ‘modo de teclear’ a la ciencia, compartiendo su registro de pulsaciones con los servidores del proyecto para afinar las modelos matemáticos generados a partir de los `algoritmos Qwerty’. Solo hay que pasar por la web neuroQWERTY y descargarse el programa. En el futuro, según dicen los creadores, cada usuario podrá monitorizar su propia forma de teclear a partir de una interfaz gráfica.

Para terminar, aquí se puede ver una pequeña entrevista de Íker Jiménez al doctor Julio Mayol, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid y médico del Hospital San Carlos, sobre esta nueva forma de medicina computacional que ayuda a prevenir, predecir y diagnosticar no solo enfermedades, sino cambios emocionales o estados alterados en la mano que mece el teclado. Aunque hay una versión comprimida de la entrevista al principio de la página web enlazada, un poco más abajo, el capítulo completo de Cuarto Milenio 02/07/2017 comienza con esa entrevista que es un poco más larga, y donde ya al final se habla de automatización del trabajo y cotizaciones de las máquinas, velocidad tecnológica, macroprocesamiento de datos, predestinación, ética y Minority Report. Pues eso, science fiction is in the air.

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