Visiones, palabras junto al fuego: Al calor de las series II

Atención Spoiler 7ª TEMPORADA de Juegos de Tronos: En el primer capítulo de la séptima temporada de Juego de Tronos hay una escena donde un personaje mira absorto el fuego y relata una historia [algo así como un teaser (¿de la temporada?). Además de la forma arquetípica del contador de cuentos, chamán de la tribu -o quizá por eso mismo-, narrativa y formalmente es un momento de revelación: el personaje, que se muestra suspicaz hacia cierta divinidad o poder, ve mágicamente algo en las llamas que contraría su fe o su escepticismo. Aquí, la visión de un inmenso ejército marchando hacia un destino.

(El Perro con la Hermandad, Juego de Tronos 7×1)

Sin embargo, en esa escena la visión se muestra únicamente con palabras en pantalla, sin disoluciones cruzadas sobre la hoguera o montajes paralelos que visualicen las imágenes descritas: simplemente el relato oral del personaje visionario se desliza sobre los planos-contraplanos de las llamas oscilantes del fuego que han hecho en el hogar, el rostro del propio personaje que relata lo que ve en las llamas, y algún plano esporádico de otros personajes que, en un leve escorzo se vuelven, entre la expectación y el asombro, hacia el hombre que habla junto al fuego para regresar afianzados y absortos a esa hoguera donde –como nosotros, espectadores– ahora solo pueden ver las llamas. Pero ya han visto. Ya hemos visto. Algo crepita, y las chispas saltan como un corte entre secuencias. La seducción se intensifica como el incendio que nace de un cortocircuito.

Los otros personajes de la escena, Dondarrion y Thoros, refuerzan su fe en esas palabras, en la visión: Me crees ahora, Clegane. Estamos aquí por un destino, le dice Dondarrion. El Perro, hasta entonces escéptico, tras esa elocuencia descriptiva frente al fuego parece quedarse ahora sin palabras atrapado en la fuerza visionaria del relato, como un hombre cavando una fosa al borde de la fe. ¿Enterrando su pasado?

Corte musical

Para contarte
quisiera ser un perro y oliscarte
vivir como animal
que no se altera
tumbado al sol lamiéndose la breva
sin la necesidad
de preguntarse
si vengativos dioses nos condenarán
si por Tutatis
el cielo sobre nuestras cabezas caerá…

La ley innata, Extremoduro

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