La Ciudadela: la luz de la razón ‘Al calor de las series VI’

No somos como los del sur de Los Gemelos, ni tampoco como los del norte de Los Gemelos. En la Ciudadela llevamos vidas distintas por diversas razones. Somos la memoria de este mundo, Samwell Tarly, sin nosotros los hombres no serían mejores que los perros: solo recuerdan la última comida y no anticipan más que la próxima; cuando sales de casa y cierras la puerta aúllan como si te fueras para siempre.

Cuando la rebelión de Robert estaba en su cénit, creíamos que el fin estaba cerca, el fin de la dinastía Targaryen, ¿cómo sobreviviremos? Cuando Aegon Targaryen reparó en el oeste, envió a sus dragones al Aguasnegras, ¡se acerca el final¡, ¿cómo sobreviviremos? Y mil años antes durante la Larga Noche podemos perdonarlos por creer que era realmente el final, pero no lo era. Ninguno lo fue.  El Muro lo ha soportado todo, y cada invierno que ha llegado ha terminado. 

Archimaestre Ebrose, Juego de Tronos 7×1

Para el archimaestre Ebrose, dechado de racionalidad confiada a los datos y la ciencia, a la luz de los relatos documentados en la biblioteca (que es como decir la memoria del mundo y casi la Verdad), la historia de Sam con los Caminantes Blancos parece ser cierta. Y así lo cree. Es esa misma lógica la que hace confiar a Ebrose en que, aunque exista el ejército de muertos y la Larga Noche venga, ningún desastre definitivo arrasará Poniente: porque el análisis de datos revela que el apocalíptico interrogante de ¿cómo sobreviviremos? es una pregunta retórica que haya siempre respuesta positiva. En la balanza del conocimiento, la memoria del mundo apunta hacia la fe en El Muro, y Ebrose comulga, de modo que cada invierno que ha llegado también termina.

Sin embargo, la fe en ese relato, al calor de la posterior profecía de El Perro y en consonancia con las agoreras palabras previas de John Nieve justo antes de enviar a Tormund a Guardiaoriente del Mar –Lo único que se interpone entre nosotros y el ejército de los muertos es el Muro, y el Muro lleva muchas centurias sin restaurarse–, se barrunta (retrospectivamente) un análisis equivocado, con grietas. Quizás la banquisa, u otra coyuntura, haga inútil esta vez el Muro como la excepción que confirma la regla. Y el big data arcaico falle. Tal vez un climatólogo (no negacionista, por supuesto) podría haberlos precavido. De momento habrá que fiarlo todo a la geología y las puntas de flecha.

[Sam descubre la Montaña de Vidriagón, JdT 7×1]

Publicaciones relacionadas

Comentarios

Su dirección de correo electrónico no será publicada.