Hay aplicaciones y aplicaciones. Ya pienso en libros de esos tochos cuyo lema anuncia: Las 1001 aplicaciones que no puedes dejar de descargarte. Pondría la mano en el fuego a que ya existe alguno. Las hay tontas, terriblemente estúpidas; útiles otras, recomendables, plausibles, divertidas; en general, supongo, entretenimiento y comunicación instantánea. Practico el guásap, apalabro en horas muertas, miro el cielo con plantillas de Google, compro billetes del Alsa, mato cerdos con pájaros, cada loco con su tema…; y quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. ¿Por qué me descargo lo que me descargo? Mentes privilegiadas del márquetin [filón y riqueza de las naciones] devanan la ecuación de las emociones: Pepsi o Coca-Cola? Mmmmm no sé, no sé, se prevé que el mercado global de aplis alcance los 19 billones de euros en 2015: amo los mundos sutiles, ingrávidos y gentiles, como pompas de jabón. Ejem.
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